No todos los proyectos son iguales, y es fundamental entender que lo que funcionó para un proyecto puede no funcionar para otro. El éxito de un proyecto depende de varios factores como el tamaño del equipo, los plazos establecidos, el presupuesto disponible y la complejidad del producto o servicio a desarrollar.
Si no está claro desde el principio cómo debe ser el producto final o si hay muchos cambios esperados durante el proceso, una metodología ágil, como Scrum o Kanban, puede ser la mejor opción. Estas metodologías permiten la flexibilidad y la adaptación continua.
Si se tiene una visión clara del producto final y los requisitos no cambiarán, una metodología más estructurada, como cascada (Waterfall), puede ser útil para seguir un plan paso a paso.
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